Hola queridos amigos
Hace pocos días, durante una tarde de piscina, tuve una conversación muy interesante con una amiga. Ésta, una ávida lectora, me comentaba la pobreza en el lenguaje y su trivialidad en una novela extranjera que estaba intentando leer en estos calurosos días; tenía una trama interesante, el desarrollo del personaje principal estaba bien, peeeeero sentarse ante un texto pobre, simple y poco atractivo le quitaba las ganas de seguir avanzando en la historia. Sin ánimo de quitar mérito al novelista, mi amiga consideraba que podía deberse a una mala traducción. Debo confesaros que, desde aquel día, le doy vueltas al tema con interés: ¿podemos achacarlo todo a malas traducciones o es que, además, nuestra lengua posee una riqueza de vocabulario que, de no conocerse sus matices, se puede estropear la interpretación de un texto? ¿Hemos dejado de conocer nuestra lengua por acomodarnos al paradigma más utilitario y simple de otras lenguas hegemónicas? ¿Pretendemos que el español pierda su riqueza en pos de una simplificación? Seguid leyendo y os cuento mis tejemanejes reflexivos.
¡Espero que os guste!